21 de julio de 2015

Una docena de rasgos que todo villano que se precie debería tener


Hoy, en lugar de publicar un relato, como de costumbre, quisiera compartir con vosotros un artículo que escribí para la web Una docena de y que versa sobre los atributos que todo malvado debe poseer. Espero que lo disfrutéis :-)

Podéis encontrar el original en:

http://unadocenade.com/una-docena-de-rasgos-que-todo-villano-que-se-precie-deberia-tener/


Darth Vader

Una docena de rasgos que todo villano que se precie debería tener


Lo confieso, me gusta escribir. A menudo sufro de esa acuciante necesidad que acude sin avisar, en ocasiones en los peores momentos y me hace dejar lo que esté haciendo para ponerme en el ordenador a darle al teclado. Hoy mismo, he sufrido uno de esos arrebatos y, tras salir precipitadamente de la ducha y esquivar al perro (con gran agilidad, he de añadir) me he posicionado en mi escritorio, pensando en escribir una historia en que un héroe se enfrentaba a su implacable némesis. Entonces me ha pasado por la cabeza ¿Qué diferencia a un malote de andar por casa de un verdadero malo maloso?

Sea para escribir un relato o un guión de cine, sea para idear un cuento que contarle a nuestros hijos por la noche, sea para identificar la más pura malignidad nada más vislumbrarla en la pantalla del cine o sea para lo que sea, esta es mi lista de rasgos que todo némesis que se precie debería tener.

1. Estilo propio y, a ser posible, una buena dosis de elegancia

El antagonista debe ser fácilmente reconocible y tener cierto accesorios que faciliten sugerir su presencia sin explicitarla. Así, el sombrero y jersey de Freddy Krueger, la túnica blanca y la vara de Saruman o la armadura de huesos de Casaca de matraca, permiten esa fácil identificación del personaje y constituyen la piedra angular sobre la que comenzar a construir su leyenda.

Si además dotamos al personaje de una refinada elegancia, quedará patente que nos encontramos ante un villano de categoría superior, capaz de poner al héroe en serios problemas. En este sentido, la impresionante indumentaria negra de Darth Vader, la decadente y grotesca elegancia del pingüino o los finos ropajes de Jafar, denotan su rango y poder.

2. Esbirros

¿Qué sería Lord Voldemort sin sus leales mortífagos? ¿Y Alex DeLarge sin sus drugos en La naranja mecánica? ¿Sauron sin sus orcos? ¡Por favor! ¡Hasta Gru tiene a sus minions! Está claro. Todo malo maloso que se precie tiene esbirros. Eso de hacer el trabajo sucio tiene muy poco glamour y además es malo para el cutis.

Los esbirros se encargan de todas esas labores logísticas, necesarias para el desempeño del mal, pero que despojarían al malo maloso de su halo de misterio y horror, al colocarlo en el ámbito de lo mundano.

3. Una buena guarida

Si vas a hacer algo, mejor hacerlo bien. Nada da más canguelo que adentrarse en la guarida del malo maloso, especialmente si está plagada de esbirros (que además de la defensa, se encargan del mantenimiento y la limpieza, si no estaría todo hecho un asco…). Si queremos comprobarlo, no tenemos más que pensar en las escenas que relatan la estancia de Jonathan Harker en el castillo de Drácula. Y es que la guarida del vampiro (especialmente en la peli de Coppola) da miedo hasta de día.

Es interesante comentar que, a pesar de que la guarida refleja en gran medida la personalidad del villano, no tiene porqué haber sido construida por o para él. Así, las ruinas de Erebor repletas de oro, reflejan a la perfección los principales rasgos de Smaug el terrible (codicia y sed de destrucción), a pesar de que originalmente fueran un reino enano.

4. Un toque de locura

La locura es, por definición, irracional. Si sumamos la facilidad que tiene el ser humano para temer aquello que no entiende con los terribles actos de maldad de nuestro antagonista, crearemos un personaje perturbador y terrorífico. Por supuesto, no hace falta llevarlo a tal extremo, pero como muestra solo hemos de echarle un vistazo al Joker (estoy pensando en el del Caballero oscuro, pero la verdad es que el interpretado por Jack Nicholson también me vale). Por cierto, ¿alguien dijo Nicholson? Creo que su interpretación de la locura de Jack Torrance es de obligada mención en este punto.

Incluso un leve destello de locura, como el sadismo de William Hamleigh en Los pilares de la tierra, Ramsay Bolton en Juego de Tronos o el capitán Vidal en El laberinto del fauno (por poner un ejemplo español), son suficiente para poner los pelos de punta a cualquiera. Y es que si solo un paso separa la genialidad de la locura, se espera que todo genio del mal esté algo loco.

5. Una noble causa

No podemos negar que tiene cierto encanto que el villano sea el último abanderado de una noble causa perdida. Un cierto componente de nobleza proporciona al antagonista esa complejidad necesaria para crear un personaje profundo. Ahora, la retorcida interpretación de una causa medianamente justa también vale, no nos pongamos exquisitos. Así, del mismo modo que el compromiso con la causa mutante de Magneto en la saga X-Men es un buen ejemplo, la búsqueda de la perfección de Grenouille en El perfume también podría serlo.
Importante aclarar que la noble causa a la que se alude hace referencia a la interpretación del lector o espectador, ya que la mayoría de personajes malvados no se ven a sí mismos como tales. Todos creen tener razones de peso para actuar como lo hacen.

6. Rencor

Bueno, igual el rencor no es tan loable como una causa noble, pero oye, también dota de un aire trágico y despierta la simpatía del lector. Desde el príncipe Hamlet de la obra homónima, hasta Khan Noonien Singh de Star Trek, pasando por el Mulo de la saga Fundación, la venganza siempre se ha considerado una motivación aceptable tanto para héroes como para villanos.

Llevándolo un paso más allá, nada es tan conmovedoramente trágico como que el malo maloso lo haya perdido todo de un modo injusto y horrible, de modo que solo le quede en su interior horror que aportar al mundo. Creo que el ejemplo más claro en este sentido es el diabólico barbero Sweeney Todd.

7. Una mirada inolvidable

A menudo los ojos se consideran la puerta a nuestra alma, la parte más expresiva de nuestro rostro, de modo que la mirada de un personaje digno de considerarse un malo maloso no puede dejarnos indiferentes.

Cada cual tiene su estilo y podemos hablar de una mirada inhumana y aterradora como la de Hannibal Lecter en El silencio de los corderos, de una mirada seductora y terrible como la de Milady de Winter en Los tres mosqueteros o incluso de una mirada tierna, como la de la vampiresa Eli en Déjame entrar.

8. Perversión

Todo lo que hemos dicho hasta ahora está muy bien, pero lo cierto es que podría utilizarse tanto para describir a un héroe como un villano. La sutil diferencia (a veces no tan sutil…) es la perversión. La perversión es lo que hace que nos posicionemos de parte del héroe y no del villano.

Por perversión entendemos (por supuesto) ese brutal sadismo emparentado con la locura mencionado un poco más arriba, pero también otras muestras de vileza. La más pura y decadente depravación, como aquella de que hace gala el barón Vladimir Harkonnen en Dune es el ejemplo más claro que se me ocurre. Otros ejemplos serían la envidia de John Doe en Seven (por no hablar de su modus operandi o su distorsionada visión del mundo) o el fanatismo perturbado de Silas en El código Da Vinci.

De todos los rasgos de esta lista, probablemente la perversión sea la que adopte más variadas formas, así como la más importante para crear un antagonista con fundamento. Como decía Nietzsche, “No hay bestia sin crueldad”.

9. Un arma definitiva

Bueno, tenemos ya muchos de los elementos que pueden ayudarnos a crear un malo maloso inolvidable, pero nos falta uno fundamental: su arma.
Por supuesto, puede tratarse de un arma en el sentido tradicional, como el príncipe Yyrkoon con su espada Mournblade en Elric de Melniboné, pero no tenemos porqué limitarnos a ello. La belleza y habilidades para la seducción y la manipulación de Catherine Tramell en Instinto básico, por ejemplo, la convierten en un adversario igualmente temible. Incluso el propio personaje puede ser el arma, como ocurre en The Relic.

10. Una profecía

Nada viste más que ser mencionado en una profecía. Y si la profecía habla acerca de la única manera de derrotarte, mejor. Puede tratarse de una profecía oscura y enrevesada como la que habla sobre la caída de Macbeth o retornar el equilibrio a la fuerza en el caso de Darth Vader (lo que implica acabar consigo mismo), pero también puede ser algo más clara, como la relativa a la Bruja Blanca en La bruja, el león y el armario o la reina Bavmorda de Willow.

En cualquier caso, lo importante es ser considerado un mal lo suficientemente temible como para que alguien se moleste en hacer una profecía sobre el fin de tus días.

11. Arrogancia y vanidad

A ver, hemos quedado en que el malo definitivo tiene esbirros, un cuartel general, férreas motivaciones y el punto de impredictibilidad que concede la locura… ¡Ah! Y también un arma definitiva. Por el amor de Dios, ¿cómo puede creer el héroe que tiene la más mínima posibilidad de derrotarle? Pues porque tiene un punto débil: su orgullo.

Como sugería él mismo bajo la forma de Al Pacino, la vanidad es el pecado favorito del diablo. La vanidad abre la puerta al resto de maldades que puedan cometer los hombres, ya que les hace creerse moralmente superiores al resto. También hace que subestimen a todos cuantos les rodean. Esa arrogancia fue lo que le costó la vida a Adela de Otero en El maestro de esgrima y al rey brujo de Angmar en El señor de los anillos, del mismo modo que selló el destino de Cersei Lannister en Danza de Dragones.

12. Risa maléfica

Por último, probablemente no sea necesario que un malo maloso se ría jamás, pero si lo hace debe hacerlo del modo adecuado. La risa de un malo maloso es inquietante, perturbadora o terrorífica, pero jamás alberga ni el más mero ápice de felicidad. Los malos no son felices. Por eso son malos.
En resumidas cuentas, muchos son los atributos que nos permiten diferenciar a un malo maloso, un verdadero némesis, de un vulgar antagonista. Probablemente no sea necesario que un mismo villano tenga todos los rasgos citados en esta lista, pero desde luego haría bien en contar al menos con seis o siete de ellos, si es que quiere que se le trate con un mínimo de respeto.

De otro modo correría el riesgo de ser confundido con un malo de segunda.

Imagen cortesía de Tom Simpson, con licencia Creative Commons.

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